(Texto en español)
Aprovechando la festividad de San José y la coincidencia del cumpleaños de Suzana, decidimos hacer una escapada a la zona de la Provenza en el sur de Francia. El motivo principal del viaje era celebrar el 40 cumpleaños de Suzana en un lugar con encanto que más adelante desvelaremos y, tomando como punto de partida la ciudad de Marsella, recorrer la región.
DIA 1
Llegamos a Marsella el viernes por la mañana y, tras recoger en el aeropuerto el coche que habíamos alquilado, nos dirigimos al centro de la ciudad que es la más importante de la comarca y una de las más grandes de toda Francia; y como toda gran ciudad, tiene su gran inconveniente en el intenso tráfico que soporta, a lo que hay que añadir que estamos ante uno de los mayores puertos marítimos comerciales de Europa. Aparcamos en el primer aparcamiento que encontramos y seguimos a pie.
Eso nos permitió dar un paseo e ir descubriendo la inmensidad y belleza del llamado Port Vieux. Como toda población costera, el mar es parte fundamental de la vida y el espíritu de Marsella; y lo primero que llama tu atención al pasear por el puerto, además de los cientos de embarcaciones de todas las clases y tamaños amarradas en sus aguas, son los puestos callejeros de venta de pescado, donde puede observarse como se abastecen con una gran variedad de productos del mar, traídos directamente por los barcos de pescadores.
Tras reponer fuerzas comiendo un “crepe”, que se puede encontrar en casi todos los establecimientos de restauración, continuamos nuestro paseo por el Port Vieux hasta llegar al Fort Saint Jean (Fuerte de San Juan), hoy en día reconvertido en el MUCEM (Museo de las Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo). La zona ha sufrido una reconversión siguiendo una tendencia que se da en numerosas ciudades de todo el mundo, la de transformar espacios degradados, ya sean antiguas zonas industriales o espacios monumentales, y devolverlos a la vida ciudadana convertidos en lugares de encuentro de sus gentes y de la exaltación de la cultura.
Impone contemplar la majestuosidad del Fuerte e imaginar su pasado como lugar que protegía la ciudad de los asaltos de piratas y de las invasiones de pueblos enemigos y ver hoy los diferentes espacios que conforman el MUCEM.
Continuando nuestro caminar divisamos la Cathédrale Sainte Marie Majeure (Catedral de Santa María la Mayor), basílica de estilo bizantino, que llama la atención por su belleza y recuerda en su exterior a las iglesias de la Toscana italiana por la mezcla de los colores blanco y verde de sus piedras. En su interior destaca la decoración de sus capillas y el precioso baldaquino situado en el centro de su nave mayor.
Tras la visita a la catedral, discutimos como llegar a la Basilique Notre Dame de la Garde (Basílica de Nuestra Señora de la Guarda), erigida en lo alto de una colina y que es visible desde prácticamente toda Marsella. Vimos que desde el puerto salía un tren turístico que recorriendo lugares emblemáticos de Marsella llegaba a Notre Dame de la Garde y nos montamos en él, dispuestos a vivir la sensación del turista tradicional. Y al final resulto un acierto, pues la subida a Notre Dame es bastante dificultosa y de haber optado por subir con nuestro coche, seguramente nos hubiéramos perdido o nos hubiéramos visto envueltos en alguno de los atascos de la ciudad.
Las vistas desde lo alto de Notre Dame son espectaculares y puede divisarse toda la ciudad y gran parte de su litoral, con el archipiélago de Frioul enfrente, en una de cuyas islas, y concretamente en su fortaleza, situó Alejandro Dumas una de sus más famosa novelas, “El Conde de Montecristo”.
La basílica, aun de menor magnitud que la catedral de la Mayor, guarda en su exterior grandes similitudes con la misma, pero lo que más sorprende es su interior. Decorando las paredes de sus capillas te encuentras decenas de cuadros en forma de exvotos, la mayoría de ellos representando barcos y tempestades (no en vano Nuestra Señora de la Guarda es la protectora de los marineros y pescadores de la zona), y de sus techos cuelgan a modo de móviles infantiles, figuras de barcos y aviones, así como otro sinfín de objetos y detalles que rompen la solemnidad de los templos católicos y la asemejan a una tienda de anticuario, dándole todo ello un encanto especial.
Con el City Pass Marseille, puedes montar en el tren y ver todos los museos de la ciudad
De regreso al punto de partida del tren, no pudimos dejar de caer en la tentación de adquirir el que quizás sea el producto más típico de Marsella, su jabón. Su oferta está por todas partes, tanto para comprar alguna pieza en cualquiera de sus múltiples elaboraciones, como para visitar alguna de las decenas de fábricas que lo elaboran.
Y dando por finalizada nuestra visita a Marsella y dispuestos a recoger nuestro coche para partir hacía Aix en Provence, donde nos alojaríamos las primeras noches de nuestra escapada, vimos un grupo de gente haciendo fila en la orilla del puerto y movidos por la curiosidad descubrimos que estaban esperando la llegada de un ferry que les llevara al otro lado del puerto. Así que, cansados como estábamos de tanto caminar y sabiendo la distancia que teníamos hasta la otra punta del puerto, nos embarcamos en el que se autodenomina como “el ferry más corto del mundo”, ya que su trayecto apenas dura dos minutos y la distancia que recorre no será de más de medio kilometro; y por 50 céntimos de euro, como vas a privarte de dar un paseo en barco.
DIA 2
Tras pasar la noche en el hotel de Aix en Provence que habíamos elegido, nos levantamos con ganas de desayunar en la pastelería que nos habían recomendado “Pâtisserie Weibel” en la Place Richelme, y nada más llegar nos encontramos con una marea de gentes haciendo sus compras en un mercado al aire libre formado por numerosos puestos que ofrecían sus frutas y pescados, así como productos elaborados como panes y quesos, que invitaban al que se acercaba a probar todos ellos. Y no era menor la invitación que nos ofreció la pastelería, unos mostradores repletos de diferentes dulces y pasteles que daban ganas de atrincherarte en el local hasta dar cuenta de todos ellos. Pero en la vida a veces hay que tomar decisiones por duras que sean y en nuestro caso nos decantamos por continuar por lo tópicos: brioche y croissant, y la elección mereció la pena.
Bien desayunados nos dirigimos a nuestra visita del día, Arlés, una ciudad plagada de monumentos Patrimonio de la Humanidad, marcada por su pasado como parte del Imperio Romano, por la tradición católica francesa y por el paso de numerosos artistas entre los que destaca la figura del pintor Van Gogh y en menor medida la de Picasso.
LEE EL POST SOBRE ARLÉS, EN LA PROVENZA FRANCESA
De camino de regreso a Aix en Provence decidimos hacer un alto en el camino y visitar la villa de Les Baux de Provence. La misma se encuentra situada en un alto dominado por un imponente castillo y desde la que se observa un inmenso valle poblado de viñedos y olivares. A la misma solo le está permitido acceder en coche a sus residentes, existiendo una serie de aparcamientos a la entrada del pueblo, donde por 5 euros se puede estacionar el coche durante todo el día.
La verdad es que llegamos un poco tarde y no pudimos visitar su castillo que estaba ya cerrado e igualmente nos perdimos la oportunidad de ver “Les Carrieres de Lumieres” un espectáculo de proyecciones que se realiza en unas cuevas y que nos habían recomendado no dejar de ver; pero bueno, así tenemos una excusa para volver a viajar a la zona.
DIA 3
Tras dejar el hotel de Aix en Provence, pusimos rumbo a nuestro destino del día, el Parque Natural de Les Calanques, situado al sur de Marsella. Se trata de un espacio natural en el litoral, formado por numerosos Calanques, pequeñas lenguas de mar bordeadas por acantilados, que vendrían al ser en equivalente a lo que en España conocemos como rías. Nosotros nos encaminamos hacía el Calanque de Port Miou y realizamos una pequeña ruta a pie, contemplando la belleza de este enclave y disfrutando de un veraniego día de sol, al igual que multitud de personas que aprovechando los primeros días de calor del año, se habían lanzado a la costa como si estuviéramos en agosto.
A continuación fuimos a comer a la ciudad de Cassis, una pequeña población costera poblada de locales de hostelería, donde descubrimos unas embarcaciones que permiten visitar por mar diferentes Calanques, dependiendo de la duración y el precio del viaje; pero el hambre acuciaba y además teníamos la ocasión perfecta para probar uno de los platos más típicos de la gastronomía de la zona, los “moules et frites”, cuya traducción literal sería mejillones y patatas fritas. Te sirven una olla de mejillones elaborados de diferentes formas, al vapor, a la marinera, con crema y hasta con salsa de roquefort, acompañados de una fuente de patatas fritas. Mi alma gallega aun sigue intentando encontrarle el sentido a esta curiosa combinación, pero la verdad es que el plato triunfa y puedes ver a casi todo el mundo disfrutando del mismo en todos los restaurantes.
Tras comer y dar un pequeño paseo por el puerto y la playa de Cassis, cogimos el coche hacia la localidad de Allauch, donde pasaríamos la noche en un lugar especial, cuyo destino era el motivo principal de nuestro viaje, esto es, celebrar el 40 cumpleaños de Suzana pernoctando en un alojamiento cuyo encanto es disfrutar de la experiencia de dormir en el interior de una burbuja.
COMO ES DORMIR EN UN HOTEL BURBUJA
DIA 4
Tras uno de los despertares más bonitos que hemos vivido, nuestro viaje tocaba a su fin y, tras abandonar con gran pesar nuestra burbuja, nos dirigimos hacia el aeropuerto de Marsella para regresar a Madrid, haciendo tiempo visitando la localidad de Allauch, con sus característicos molinos de viento, y concluyendo nuestro viaje de celebración de cumpleaños y de visita a esta preciosa región francesa que es la Provenza.
Y tu, ya estuviste en Provenza? Qué incluirias en este itinerario? Cuéntanos en los comentarios 🙂
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